Cuando una persona nos hiere o hace algo que consideramos una ofensa, lo más probable es que al principio estemos enfadados con dicha persona y luego -depende de lo que haya hecho- este sentimiento se puede instalar en nuestra vida de manera permanente, sobre todo si la persona que nos hizo el daño es muy querida o bastante importante para nosotros.
Si tú eres de los que dice: “Perdono, pero no olvido”, deberías pensarlo dos veces porque cuando no sueltas esas emociones negativas, tu cuerpo se enferma y pierde la oportunidad de disfrutar los beneficios del Perdón.
Perdonar no es una tarea fácil, porque demanda fortaleza y valentía de la persona que se siente ofendida. Sin embargo, cuando logramos perdonar el resentimiento se transforma en paz y nos brinda energía que nos ayuda a salir adelante, superar lo vivido y ser mejores personas.
Cuando cambias la forma de mirar las cosas, las cosas que miras cambian”, afirma Gisela Hengl, psicoterapeuta y maestra de meditación.
Cuando perdonamos, nos estamos liberando a nosotros mismos, de nuestra propia esclavitud. Nos desprendemos del dolor y del resentimiento que llevábamos cargando como una losa a nuestras espaldas, para dar paso a la liberación. Incluso, al perdonar, concluimos esa parte abierta que teníamos con el pasado. Y podemos ser mejores miembros de esta sociedad. El perdón nos ayuda a ser más feliz y nos cambia la vida.
Perdonar implica una aceptación de lo que sucedió, para dar paso a un profundo desprendimiento, no solo de los hechos o acusaciones realizadas por los demás, sino también por nosotros mismos. Porque no solo hay que perdonar a los otros, también es conveniente reflexionar sobre aquello que tenemos que perdonarnos a nosotros. Ya que cuando nos perdonamos sentimos paz profunda, tranquilidad y amor por la vida.
El perdón es bueno para el cuerpo, para la mente, para las relaciones personales y para encontrar un papel en el mundo. Esto debería servir para convencernos que es mucho mejor dejar ir el rencor y perdonar… Así que a perdonar y viviremos mucho mejor.
¡Recuerde después de Dios su familia es lo más importante!