El final de la tiranía de Rafael Trujillo Molina

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Funeral de Trujillo. El final de la tiranía

Listin Diario, Emilio Herasme Peña. El 30 de mayo de 1961 es una fecha histórica unida indisolublemente al día 19 de noviembre del mismo año. Por tal motivo ambas deben ser recordadas, respetadas y celebradas en igual proporción de trascendencia patriótica por las generaciones del presente y del futuro.

La primera, el 30 de mayo, es el día en que la tiranía fue decapitada, marcando el inicio del final de un régimen opresivo, que acumuló en su haber una larga e incontable lista de opositores asesinados, y otra no menos extensa de dominicanos sometidos a terribles torturas en centros especializados para esos fines.

La segunda, el 19 de noviembre; registra el día en que todos los miembros de la familia Trujillo se vieron forzados a dejar para siempre el país.

Mientras la gesta del 30 de mayo fue el resultado de una conjura en la cual sus integrantes se dedicaron a un largo y detallado proceso de planificación, la hazaña del 19 de noviembre tuvo un alto contenido de improvisación.

Además, la materialización de la muerte del generalísimo Rafael Leónidas Trujillo requirió del concurso de un grupo de dominicanos valientes, dispuestos a morir para librar al país de su larga pesadilla.

La sacada del país de todos los Trujillo fue la obra y decisión de un solo hombre, cuya autoridad militar encontró la aprobación inmediata de subalternos inspirados en el mismo propósito.

Nombre de los ajusticiadores

En la historia ha quedado el registro de que en la muerte del tirano participaron siete personas cuyos nombres permanecerán por siempre en el recuerdo de esta sociedad.

Ellos responden a los nombres de Antonio de la Maza Vásquez, Antonio Imbert Barreras, teniente Amado García Guerrero, Salvador Estrada Sahdalá, ingeniero Huáscar Tejeda Pimentel, Pedro Livio Cedeño y Roberto Pastoriza.

Pero la historia de la salida al exterior de todos los Trujillo, es la que las cosas sucedieron de manera diferente, ya que la acción que impidió una gran matanza en el país, fue decidida por un solo hombre, el entonces general piloto Pedro Rafael Ramón Rodríguez Echavarría, a la sazón comandante de la base aérea de Santiago de los Caballeros.

La conjura para matar a Trujillo se fijó en la mente de Antonio de la Maza y sus hermanos el mismo día en que se produjo la muerte de su otro hermano, el capitán piloto Octavio de la Maza, el 6 de enero de 1957.

Impulsados por diferentes motivos, los demás conjurados se enrolaron en el plan con el discurrir del tiempo.

Indagando sobre esos motivos, los investigadores de esa gesta histórica, encuentran razones personales o familiares que los indujeron a enrolarse en la conjura, excepto los casos de Tejeda Pimentel y Cedeño.

El final de la tiranía, LOS MOTIVOS

El primero de éstos era hijo de un hombre cercano al tirano que además era un empleado de éste que gozaba de su afecto personal y protección.

En adicción, el propio Tejada Pimentel había sido beneficiado con varios contratos que, hasta prueba en contrario, le significaban buenos ingresos. De ahí que resulte digno de un estudio aparte, su decisión de enrolarse en un propósito tan riesgoso como la muerte de Trujillo, el hombre más poderoso del país y tal vez de toda América Latina en aquellos momentos.

La acción tomada por el general Rodríguez Echavarría se fue acunando al influjo del consejo que años atrás le diera un oficial del ejército alemán hitleriano, que vino y residió en el país junto al dictador argentino Juan Domingo Perón.

Según revelación del oficial piloto, el ex militar germano le recomendó en determinada ocasión que se preparara para el final de un régimen de fuerza como el de Trujillo, tal como había sucedido con los de Adolfo Hitler y Perón.

El ex oficial alemán le hizo hincapié en el sufrimiento que padecían los militares de alto rango al servicio de esos regímenes de fuerza, en los cuales alcanzaron respetable principalía, pero que al terminar estos se vieron forzados al duro exilio en países donde eran simples parias. En adición, el general Rodriguez Echavarría tenía a su alcance la desgracia vivida por sus homólogos cubanos al servicio de Fulgencio Batista; quienes emprendieron apresuradamente el camino del exilio con el triunfo de las guerrillas encabezadas por Fidel Castro, dos años atrás. Algunos de esos generales y coroneles serviles a Batista, no solamente salieron huyendo al exilio, sino que otros fueron fusilados acusados de cometer numerosos crímenes.

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