Perspectiva Psicológica.- La disciplina efectiva depende de la habilidad del padre para equilibrar el amor y la autoridad, la habilidad para ser tierno y firme. Es muy bueno divertirse con los niños, reír con ellos, jugar un juego, etc., pero también es necesario disciplinar cuando lo amerite.
La persona que disciplina bien camina constantemente en una cuerda floja entre la ternura y la firmeza, entre el amor y la autoridad. A veces, uno puede inclinarse hacia una dirección, pero corriges el error con una pequeña inclinación en la dirección opuesta. No se puede tener miedo de aplicar la autoridad cuando ésta haga falta para corregir un problema, no es que se deje de mostrar afecto, pero sin que se deje de mostrar autoridad, que se requiere para la disciplina del niño.
En la familia las negociaciones, acuerdos y consensos, tienen que estar basados en una buena educación, que abarque todos los campos. Es muy difícil, por no decir imposible, negociar algo, si no hay unas previas bases educativas bien asentadas, donde el ejemplo y la práctica de las virtudes y valores humanos estén introducidos desde pequeños.
Hay obligaciones de los padres, que no son negociables, pero pueden irse adaptando a las circunstancias de la familia, la sociedad y a la madurez de los hijos. Esas adaptaciones también están relacionadas, con la cuota de libertad que los hijos quieran o necesiten ir obteniendo.
No es fácil mantener este equilibrio, entre autoridad y paz, ni son fáciles las preguntas, ni las respuestas que se plantearán. Tampoco es fácil recibir y aceptar contestaciones negativas, ni insistir en explicar cómo deberían ser las cosas en la familia. Pero los padres no pueden ignorar estas realidades. Tienen que luchar contra todas las presiones, internas y externas. Hacer como la mayoría de los peces, nadar y nadar, luchar y luchar. Cuando los padres dejan de luchar, por la educación de la familia y pierden el equilibrio, entre autoridad y paz, se pierde la unión familiar.