¿El entorno es la personalidad?
A BORDO con Naomy.- No somos la misma persona cuando estamos en público, cuando estamos con desconocidos, cuando estamos con amigos, cuando estamos con la familia, cuando estamos con ciertos familiares.
No somos la misma personalidad cuando estamos solos, ni con la pareja, ni en el trabajo, ni con un determinado compañero o compañera, ni con el jefe. En general somos tantas personalidades como significativas relaciones tengamos.
Es un error, a mi entender, tratar a las personas como si dispusiesen de una única e indivisible personalidad, a la que afecta a veces el entorno, una buena relación con algún entorno no determina la total personalidad de alguien.
Por tanto, tenemos varias personalidades para diversos entornos.
Sin embargo, es un error intentar rectificar a las personas. Hay que rectificar comportamientos.
Porque la personalidad que dice “No, no quiero hacer eso”, o “Quiero dejar eso”, “No volveré hacerlo”, es diferente a la que luego lo hace.
Y de hecho, es honesta nuestra intención de cambiar. El problema es que quien dice que quiere cambiar, no es el mismo que actúa o dicho de otra forma. Decimos lo que decimos, porque no estamos en el entorno que nos evoca el comportamiento condenado.
Somos todos esquizofrénicos. Lo que sucede, es que no creemos ser napoleón, y por tanto, nuestra esquizofrenia no se nota. Además de que nosotros vemos a los demás casi siempre igual, y solo somos conscientes de nuestra propia incoherencia.
Nosotros somos el evento que genera a la personalidad ajena.
“Contigo me siento tan bien”, nos dicen. Entonces, ¿Es una persona agradable o hacemos nosotros y las circunstancias, a esa persona agradable?
no existen entonces personas malas o buenas. Existen personas con comportamientos malignos o benignos ante determinadas circunstancias.
Las personas poseen comportamientos, constructivos o destructivos, para sí, o para los demás. Ello es lo que considero se debe rectificar, si se dispone del deseo de actuar con responsabilidad. Nuestros actos pueden estar tanto evocados por el entorno como por un acto independiente de las circunstancias, con madurez emocional de lo que se percibe, y cierto conocimiento de nuestras causas.
Si no observamos sin ser vistos, difícilmente veremos comportarse de forma “extraña” a las personas que ya disponemos de ideas fijas sobre como son.
En este asunto la atención es clave. Si no estamos bien atentos, y sobretodo, ya atentos antes de que el evento aparezca, reaccionaremos como el entorno nos llame. Por hábito. Nos seremos dueños de nosotros mismos mientras los entornos nos dominen a nosotros.
Debemos comprender bien lo que está sucediendo, y lo que evoca cada circunstancia. Qué decir, que esto es importante en lo negativo, pero también deberíamos tener el mismo interés, en lo que nos gusta o nos es agradable.
Si no se puede decidir, no se puede ser responsable. Y si no podemos ser responsables, dejamos de ser individuos civilizados, para convertirnos en anímales dominados por las circunstancias, perdiendo el control sobre nuestras vidas.
Por tanto, el entorno si influye en la personalidad. Y esto seguirá siendo así, mientras el entorno nos domine y supere. Mientras seamos incapaces de reprimir lo reactivo y habitual, de fusionarnos de lo percibido. Mientras no logremos cierta independencia emocional de los eventos significativos de nuestra existencia, estos serán nosotros, y ellos mandarán sobre nuestras decisiones y reacciones.
¡Hasta el martes abordianos!