El Veronero

Maximiliano Gómez, su muerte 50 años después

Maximiliano Gómez esposado

Verón, La Altagracia, RD.- Tras 50 años del asesinato del Secretario General del Movimiento Popular Dominicano (MPD), Maximiliano Gómez, (23 de Mayo del 1971), hay un relato que no cuadra, pero que es sustentado en un testigo presencial del hecho, pero que apenas contaba con 9 años. Este fragmento de artículo fue publicado en el digital almomento.net.

La muerte de Maximiliano Gómez (El Moreno), ocurrida en Bruselas, la capital de Bélgica, ha estado envuelta siempre en un velo de misterio.

Un informe de la Policía Belga indicó que Gómez, quien tenía 28 años de edad, murió asfixiado al producirse un escape de gas en el apartamento donde residía, en la rue Van AA número 94, y que también sufrió síntomas de intoxicación la señora Miriam Pinedo viuda Morales, quien residía en el mismo apartamento. Los dos cuerpos fueron encontrados desnudos, agrega.

El relato más creíble y menos divulgado

Reynaldo Pazos Pinedo

Sobre el particular, la versión más creíble y completa la ofrece nada más y nada menos que un hijo de Miriam Pinedo, quien vivía junto a ésta y El Moreno en Bruselas.  Su nombre:  Reynaldo Pazos Pinedo, quien a la sazón tenía 9 años y medio de edad, y fue el primero en percatarse sobre lo que había ocurrido a su madre y al dirigente del MPD.

Miriam había sido la esposa del también dirigente del Movimiento Popular Dominicano, Otto Morales, quien fue muerto a tiros por agentes de la Policía en un incidente ocurrido en la calle José Contreras, cerca de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.  Al igual que Gómez se fue a residir a Bruselas. Aparentemente en esta ciudad convivía maritalmente con este último junto a sus hijos, uno de los cuales era Reynaldo.

En junio del 2008, en ocasión del 37 aniversario del asesinato de Maximiliano, Reynaldo Pazos hizo un interesante escrito en el que narra con pelos y señales lo acontecido el 23 de mayo del 1971.

Extractos del mismo son los siguientes:

Miriam Pinedo

“Muchos pensaron y todavía les cuesta creer que quien suscribe pueda recordar muchas situaciones de aquel entonces. No solo recuerdo el orfanato donde estuve por un tiempo sino también la escuela donde estudiaba, a pocas cuadras de donde residía.

Conservo aún, después de tanto tiempo, la pequeña colección de monedas que me regalaron, los afiches del Ché Guevara en las paredes del departamento, la inolvidable melodía que le encantaba a mi madre “Guantanamera”, etc.

Recuerdo también que a mi regreso de Bélgica más de doscientas fotografías que traía conmigo en el avión no me fueron devueltas por la persona que me pidió se las mostrara. Recuerdo muchas cosas: la habitación (ubicada en un entrepiso) donde se encontraron los cuerpos de El Moreno y Miriam en mayo del 71, no era tan pequeña; tampoco era herméticamente cerrada, no estaba mal ventilada y, aunque poca, se facilitaba la corriente de aire. 

Acompañé en la ida y regreso a mi madre, al El Moreno y al pequeño grupo de dirigentes del MPD esa fatídica noche de diversión. Dada mi condición de menor de edad (nueve años y medio) no era posible ingresar con ellos a un club nocturno, por lo que quedé supervisado por uno de los dirigentes en un pequeño parque de diversiones próximo a donde se encontraban.

Hasta ahora no entiendo cómo a El Moreno y a mi madre no les pasó por la mente que el propósito de que yo asistiera al “paseo” y que mis hermanos (muy chicos) quedaran solos en el departamento, era consumar lo que ya estaba planeado. 

La muerte de Maximiliano Gómez (El Moreno), ocurrida en Bruselas, la capital de Bélgica, ha estado envuelta siempre en un velo de misterio.

Al regreso del “paseo” los dirigentes se despidieron y se fueron, mientras yo subía los escasos escalones que separaban la habitación del entrepiso y nuestro departamento.

Con una sonrisa El Moreno se despidió esa madrugada por última vez de mí y yo de él. Observé pocas horas después que mi madre no estaba conmigo; bajé hasta el descanso de la escalera donde estaba la puerta de la habitación donde El Moreno dormiría y, al mirar por el agujero de la puerta, que no estaba obstruido, noté que corría abundante espuma blanca por su boca. 

No había olor a gas en el interior del edificio, tampoco en el interior de la habitación. La abundante espuma que salía por la boca no fue precisamente por un ataque epiléptico, por lo que de forma apresurada y con angustia empecé a pedir auxilio, cuidando de que mis hermanos no se dieran cuenta.

Subí al siguiente piso donde residía una señora que era nuestra vecina a solicitar ayuda. Luego de avisarle, bajé corriendo a la esquina a llamar a la ambulancia y a la Policía. Cuando regresé a los siete u ocho minutos, ya estaban cuatro dirigentes del MPD tratando de derribar la puerta donde estaban Miriam y El Moreno, quienes en ese momento eran dados por muertos. 

La oportuna llegada de la ambulancia y la rápida asistencia médica dada a mi madre logró que sobreviviera. El Moreno no lo hizo a pesar de la llegada de una segunda ambulancia. 

Miriam, luego de pasar un extenso período en coma en el hospital donde por última vez la ví fué mas tarde secuestrada, violada, torturada y descuartizada en complicidad con los mismos que planificaron el asesinato de El Moreno”.

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